10.4.12

Heal the pain.

El mandala budista esconde en su interior la liberación. Es el hombre delante del mundo, ante los otros, expresa las dificultades de acceder a la esa libertad desprendiéndonos del sufrimiento, sin romper el hilo de vida que prosigue en el interior del mandala, pero culminando en la pacificación interior, la de la mente, superando el conflicto del pensamiento por la unidad en la vacuidad. 

En el mandala queremos eliminar el monstruo de la contradicción, de la dualidad, sin el trauma de la violencia en la acción. El mandala del Kalachakra por ejemplo, construido pacientemente durante días con granos de arena de diferentes colores, acaba en la disolución física transformándose en polvo. Pasando así de creación de la mente a sustancia dispersada en la materialidad anónima del cosmos, que es también difusa energía. 

En los mandalas se simboliza el universo, la sociedad, el hombre. En el Kalachakra se representan los diferentes pasos a dar, subiendo peldaños, abriendo puertas, recorriendo aposentos llenos de representaciones del cuerpo, la palabra, la mente y la conciencia para llegar finalmente a la residencia del gran gozo, el último de los edificios recorridos, el más elevado. El primer aposento, el del cuerpo, quiere darnos a entender la mutabilidad del ser humano, para poder ofrecerlo con generosidad, liberándolo de deseos inútiles. El ascenso por entre los aposentos demanda un proceso de purificación, limpieza de toda la negatividad, controlando emociones aflictivas de deseo, odio, etc., en la meditación, ascendiendo hacia la vacuïtat, el gran gozo, ausencia de dualidades, límites, conflictos. Experiencia de unidad, ausencia del yo.